Un triste relato desde el cadalso

¿Qué tan tristes serán los pensamientos de un muerto?

Tenebris Ficta

Por días he contemplado a la gente ir y venir por la plaza. Cuando se pasean junto a mí escucho sus conversaciones y los observo, incautos, mientras actúan como si yo no existiera. Ayer, un vagabundo defecó frente a mis ojos y la noche anterior un ebrio y una prostituta follaron debajo de donde me encuentro, en pleno suelo.

Recuerdo que cuando recién llegué a este lugar, todo el mundo me miraba asustado —ahora cubren sus narices con un gesto de repulsión en sus caras. Una vez, incluso, trajeron arrastrando ante mí a un niño para darle una lección; el pobre chiquillo huyó despavorido. Durante algún tiempo fui el tema principal de las conversaciones, el originador del cotilleo. Sin embargo, ahora me ignoran, me convertí en una simple incidencia en sus aburridas vidas; una como tantas otras.

En este momento, a los únicos a quienes les concierne mi presencia en…

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El día de la limpia

Cacería humana para mejorar a la sociedad.

Tenebris Ficta

No podía ver casi nada a través de la cortina de sangre que cubría sus ojos. Aunque ahora todo le daba vueltas y no escuchaba con claridad debido al golpe con el que había perdido el conocimiento, entendía muy bien lo que sucedía.

Con el dorso de la mano se enjugó los ojos, sin embargo, aun así, le era muy difícil distinguir sus alrededores; el sol brillaba con mucha intensidad reflejándose en todas las superficies que le era posible. Entre el resplandor se destacaban múltiples puntos negros regados por el asfalto; eran los cuerpos de aquellos que habían muerto antes, masacrados sin piedad.

Todo había sido tan súbito y violento que cuando intentó reaccionar ya no tuvo oportunidad de hacer nada. Y no es que hubiera podido realmente hacer algo; no cuando eres presa de un grupo de personas prepotentes y trastornadas que no se detendrán hasta saciar sus más…

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Fantasmas

Por las circunstancias que sean, todos tenemos fantasmas que nos acosan y nos muestran nuestros lados oscuros.

Tenebris Ficta

 

 

—No sirve de nada que finjas no escucharme. Aquí estoy. Me ves y me oyes —por unos momentos guardó silencio—. Sabes bien que no me voy a ir… Que no nos vamos a alejar nunca de ti.

A través de la puerta de cristal del balcón, miró hacia adentro del departamento. Efectivamente, todos estaban ahí, en los respectivos espacios que habían reclamado como suyos. Volteó de nuevo a la silla que ocupaba su interlocutor.

—Desearía que no fuera así. Que me dejaran en paz. Sin embargo, entiendo que es la penitencia que tengo que pagar por mis pecados.

—¿Penitencia? —una amarga risa rompió su serio semblante, pero se esfumó en unos segundos. Después volvió a hablar con su mismo tono severo—. Deberías de reconsiderar tus palabras; somos una bendición en tu miserable vida. Tus únicos amigos. Sólo nosotros te entendemos. Nadie más.

—¿Acaso bendición es mirar sus desencajadas…

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Dulce travesía

Un viaje por el desierto que no es para nada lo que parece ser.

Tenebris Ficta

 

 

Llevaba muchos días caminando por el desierto; estaba exhausto, su rostro inflamado por las quemaduras causadas por el sol, las plantas de sus pies ampolladas y sangrantes. Creyó que su búsqueda sería algo más sencillo, sin embargo, su físico le había fallado y su espíritu también comenzaba a hacerlo.

Las dudas se extendían en su cabeza y en su alma. ¿Qué sentido tenía si, como todos le habían dicho, era un acto de necios? ¿Qué sentido tenía si moriría de una manera horrible sin encontrar la verdad?

A lo lejos, el barritar de un elefante lo trajo de vuelta de su ensimismamiento; después, otro más hizo sonar su trompa comunicando un melancólico mensaje a las estrellas que apenas asomaban en la naranja bóveda celeste. Su mirada se dirigió hacia el lugar de donde provenía el sonido. Eran nueve paquidermos caminando en línea, dejando a su paso huellas que…

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Limbo

Un cuento raro en el que traté de plasmar el paso del limbo al infierno.

Tenebris Ficta

La niebla estaba muy espesa, no podía ver más allá del espacio inmediato a él; al frente, atrás, a los lados, todo era de un blanco lechoso. No entendía qué hacía ahí, recordaba haber estado leyendo en su sillón favorito y de pronto escuchar una melodía apenas perceptible; después sintió algo muy extraño, un desprendimiento: se elevó y mientras flotaba vio que aún se encontraba en el sillón aferrado al libro. Se observó casi sin reconocerse, nunca antes se había percibido de esa manera, como dos entidades completamente diferentes, desasociadas; una real y la otra un mero contenedor. Al elevarse se vio envuelto en un remolino, un caos de energía… Y se perdió para después encontrarse en… No lo sabía.

¿Cuánto llevaba en este «aquí»? ¿Minutos?, ¿horas?

No sabía qué hacer. La desesperación lo agobiaba, y también el temor de estar perdido en ningún lugar. Decidió caminar, quizá llegaría a…

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Peste

Un cuento con un sacerdote y un demonio… Y otras cosas horribles.

Tenebris Ficta

—Vayan en paz, la misa ha terminado.

—Gracias a Dios —respondieron los feligreses.

La gente salió de la iglesia, poco a poco el eco de los pasos perdiéndose entre sus paredes.

El sacerdote cerró la puerta y recorrió el pasillo central bañado por los colores que se desprendían de los ventanales; al llegar al presbiterio dirigió su mirada hacia la cruz, la contempló por minutos, con sus ojos carentes de expresión. Como saliendo de un trance, volteó para otro lado y fue a la sacristía a despedir a los monaguillos y demás acólitado. Dándoles las gracias por su ayuda en la ceremonia, los urgió a retirarse; el padre parecía apresurado y de mal humor, y aunque no era común en él mostrarse así, cada día lo veían más y más ansioso.

Cuando estuvo seguro de que se encontraba completamente solo, comenzó a empujar la vieja vitrina donde se guardaban los…

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El cuarto del pánico

Un poco de «ultraviolencia» con guiños a un par de películas.

Tenebris Ficta

El efecto del somnífero pasó, una luz muy blanca salía del techo. Estaba en un extraño lugar, un lugar frío y ajeno. Intentó moverse, pero no le fue posible; estaba atada con cinturones de sujeción que la mantenían firmemente inmóvil en el sillón donde reposaba. Tampoco podía girar el cuello, una estructura metálica alrededor de su cabeza se lo impedía. Con la vista fija al frente, miraba hacia una pantalla de cine que abarcaba casi la totalidad de la pared.

Había algo más, algo incómodo y alarmante: un par de pequeñas pinzas provenientes del armazón que rodeaba su cráneo, abrían por completo sus párpados.

Ridículamente, en ese momento recordó una película en donde había visto que le hacían eso mismo al protagonista.

El pánico llegó. Llegó de manera arrolladora e imparable.

Algunas preguntas comenzaron a formarse en su mente, pero antes de que pudiera expresarlas, la habitación quedó a oscuras…

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