Un cuento con un sacerdote y un demonio… Y otras cosas horribles.

—Vayan en paz, la misa ha terminado.
—Gracias a Dios —respondieron los feligreses.
La gente salió de la iglesia, poco a poco el eco de los pasos perdiéndose entre sus paredes.
El sacerdote cerró la puerta y recorrió el pasillo central bañado por los colores que se desprendían de los ventanales; al llegar al presbiterio dirigió su mirada hacia la cruz, la contempló por minutos, con sus ojos carentes de expresión. Como saliendo de un trance, volteó para otro lado y fue a la sacristía a despedir a los monaguillos y demás acólitado. Dándoles las gracias por su ayuda en la ceremonia, los urgió a retirarse; el padre parecía apresurado y de mal humor, y aunque no era común en él mostrarse así, cada día lo veían más y más ansioso.
Cuando estuvo seguro de que se encontraba completamente solo, comenzó a empujar la vieja vitrina donde se guardaban los…
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