Dueña de la noche

A pesar de la poca iluminación, Carlos inmediatamente se dio cuenta que estaban entrado a un barrio que lucía bastante peligroso; un lugar de casas y edificios viejos, de terrenos baldíos y calles sin pavimentar.

—¿Es seguro andar por aquí de noche? —preguntó.

—Claro que es seguro, vienes conmigo.

—Sí, supongo que tienes razón.

Se adentraron y anduvieron un largo trecho. Casi todas las calles por las que pasaban eran estrechas y algunas sólo eran simples callejones. Perros escondidos entre las sombras les daban la bienvenida ladrando histéricamente a su paso.

—Ya casi llegamos. Vivo en ese edificio, el del fondo —dijo el otro joven mientras señalaba un edificio de 5 pisos.

Continuaron caminando hasta la puerta. La construcción estaba en un estado deplorable; la fachada mostraba algunas grietas y los ladrillos asomaban por todas partes. 

—Bueno, aquí es. Pasa.

El interior estaba en la mismas malas condiciones: un pasillo apenas iluminado por un foco que daba más sombras que luz; paredes sucias y pintarrajeadas. En la última puerta, justo antes de las escaleras, se escuchaba, a todo volumen, una canción ranchera que alguien cantaba a todo pulmón. Subieron hasta el quinto piso.

—Adentro tengo de todo lo que quieras. Y te lo voy a dejar a buen precio.

Carlos había conocido a Victor en una fiesta de la universidad, esa noche buscaba algo que lo hiciera ponerse de mejor humor, algo que hiciera la noche inolvidable. En ese momento había aparecido Victor y le había ofrecido eso que buscaba. Por ese motivo es que ahora estaban aquí, porque Carlos quería más.

Al entrar al departamento lo primero que vio fue a una hermosa mujer de piel muy blanca y cabello rojo que estaba sentada en un sillón que dominaba toda la habitación. El sillón destacaba de los otros muebles y no sólo por la mujer sino porque era bastante ostentoso; estaba tapizado de terciopelo verde esmeralda y adornado de manera intrincada. Por un instante le pareció que observaba un trono.

—Ella es Inna. Inna, él es Carlos. Espera mientras voy por lo tuyo.

—Bienvenido, Carlos. Por favor siéntate.

El joven se sentó tímidamente en una silla frente a ella.

—¿Eres la novia de Victor?

—No, no soy su novia. Soy… digamos que soy su dueña.

—¿Dueña? Ja,ja,ja,ja. 

—¿Por qué la risa? —su expresión se torno seria.

—Perdón. Es que me pareció gracioso que dijeras que eres su dueña.

—Soy dueña de todo lo que existe en la noche, incluyéndolo a él —el tono con el que Inna se dirigió a él fue duro, uno que hacia ver, y sentir, que lo que decía era verdad.

Imediatamente Carlos guardó silencio y trato de evitar mirarla, pero aunque no lo hiciera podía sentir el peso de sus ojos en él. Victor se estaba tardando mucho en regresar y estar ahí esperando se había vuelto algo muy incomodo.

—Perdón, no quise ser grosero. Mejor me voy.

—No. No te vayas. Victor ya viene —en ese preciso momento el joven salió de uno de los cuartos y se paró junto al sillón.

Carlos se levantó al instante.

—¿Tienes eso? Ya me tengo que ir.

Inna se puso de pie y lentamente comenzó a acercarse a él.

—Podríamos pasarla muy bien si te quedas un rato más. Quién sabe, podrías no volver a tener otra noche así. 

—En serio me tengo que ir. Sólo que Victor me dé lo que me prometió.

—Victor ya trajo lo que prometió, es un buen muchacho.

En un parpadear Inna se encontraba justo a su lado, Carlos sólo se dio cuenta hasta que le susurró al oido.

—Es momento de la diversión. 

Lo siguiente que el joven sintió fue un fortísimo golpe en el abdomen. Su cuerpo se dobló mientras todo el aire salía de sus pulmones. Chispas danzarinas sobresalían en el negro túnel que se cerraba en su visión. No supo más de sí.

De la boca de Inna salieron cuatro gruesos y viscosos apéndices. Dos de ellos se incrustaron en la nariz de Carlos y los dos restantes asieron la parte trasera de su cabeza. Los tentáculos que penetraron se abrieron paso hasta el cerebro y comenzaron a extraer pedazos de él. Pedazos que la mujer devoraba ávidamente.

Durante todo el grotesco espectáculo, Victor se mantuvo inmóvil en el mismo lugar, observando todo lo que ella hacía y no fue sino hasta que el cráneo quedó vacío de masa encefálica que se atrevió a moverse. 

—Gracias, Victor. Como siempre lo has hecho muy bien. Ahora ve y descansa, por ahora no necesitaré más de ti.

—Siempre es un placer, Inna —con una leve inclinación de cabeza el joven se retiró a una de las habitaciones del fondo.

Habían transcurrido tres años desde esa desafortunada noche en la que su cacería se había complicado y en la que había tenido que dejar atrás su antigua morada. Ahora tenía un nuevo territorio y una nueva manera de obtener presas. Estaba satisfecha con lo que había logrado. Todo estaba resultando muy bien.

Tercer relato de la serie Predadora de la noche. El primero, Nocturna, fue publicado el 24 de octubre del 2019 y el segundo, Noche peligrosa, fue publicado el 2 de abril del 2020.

12 comentarios en “Dueña de la noche”

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