Se encontraba parado en el andén, esperando la llegada del tren para abordarlo, cuando, justo en el momento en que el primer vagón entraba en la estación, un viejo se arrojaba a las vías. Él observaba todo lo ocurrido y en esos momentos el tiempo pareció ralentizarse hasta casi detenerse; en esos segundos, mientras el hombre llevaba a cabo la última acción de su vida, sus miradas se encontraron.
Mientras sus ojos se mantenían enganchados, las pupilas del suicida se dilataban de manera acelerada hasta cubrir por completo el iris. La mancha negra comenzaba a desbordarse hacía la zona blanca y no se detuvo sino hasta cubrirla en su totalidad. Él, sin poder evitarlo, se sumergía en los crecientes puntos de oscuridad. Su conciencia era tragada por el negro pozo y sus sentidos se desprendían y entraban en el cuerpo del otro.
Sentía, desde el fondo de los oscuros fosos, la agobiante desesperanza, la severa condena, el terrible miedo y el inminente alivio. Desesperanza por toda una vida dentro de una sociedad a la que nunca pudo alcanzar. Condena por la marginación de la que muchas veces fue receptor. Miedo por comprender que no podría soportarlo más. Alivio por saber que todo estaba a punto de terminar.
Y en ese brevísimo instante, la totalidad de su vida, también, desfilaba ante él y comprendía cosas que hasta ese momento no le habían importado.
El tren continuó su marcha y golpeó brutalmente al viejo. Los ojos rompieron contacto mientras el cuerpo, flácido y sin vida, caía hacia las vías. Él se mantuvo observando fijamente el punto donde antes había estado ese desconocido, ajeno al caos que había generado el terrible suceso. Al volver su conciencia caminó hacia la salida de la estación ignorando a la cada vez más numerosa multitud. Multitud a la que sólo le importaba saciar su morbosidad. Subió las escaleras, un escalón a la vez, sin mirar atrás, meditando acerca del nuevo significado que su vida, en tan sólo unos segundos, había obtenido al contemplar, y sentir, esa muerte.
Y así va la existencia, raspando la vida hasta la inevitable muerte. Buen relato.
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Muchas gracias.
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~…me ha removido… cuantos iremos así…~
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Yo creo que muchos. Gracias.
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Gracias por tu comentario, Alieen. Sentí un poco flojo este relato y me da gusto que lo hayas apreciado.
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•~…flojo para nada, tiene un mensaje contundente y muy reflexivo…, a veces algunos le cuesta comentar, pero eso no quiere decir nada cuando salta desde tu ser algo que quieres transmitir…! ¡Buenas energías! ~•
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Quizá sólo sea el severo juicio que uno se hace así mismo. Muchas gracias (otra vez).
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•~…te entiendo “severo juicio” tener la línea muy alta siempre, pero eso es bueno! Gracias a ti, por estar y abrir espacio para comentar, y comunicar. ~•
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