Reconstrucción

… y al séptimo día descansó.

Ramiro caminó hasta su morada, los brazos le colgaban sin fuerza a los costados, los pies le pesaban, el  sudor cubría su desnudo y bien formado torso. Llegó al umbral y se detuvo, volteó a ver su creación, aquello en lo que había trabajado por seis días completos sin parar.

Contempló la delicadeza de sus curvas, el brillo de sus ojos, la tersura de la piel. Miró la cabeza; lo que más lo enorgullecía era el pequeño domo de plástico que cubría el cerebro que alguna vez perteneciera a su pequeño hijo, antes de que muriera destrozado a manos de los fanáticos del reality show del que había resultado ganador.

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